viernes, 15 de marzo de 2013

Los íberos y celtíberos.

Obviamente no me voy a referir al pueblo en sí, sino únicamente a la casta guerrera que se dedicaba a  matarse contra el vecino o que se alquilaba al mejor postor. 



Y es que en realidad hay mucho que decir del conjunto de estos pueblos en cuanto a materia militar se refiere, ya que además del mortífero armamento que portaban y lo avezados que eran en combate hay un detalle que suele pasar inadvertido: que la mayoría de sus ejércitos se componían de infantería ligera. No es un detalle baladí, ya que combatían en el papel de infantería pesada, tanto encuadrados en los ejércitos cartagineses, romanos o en los suyos propios. 
espada de antenas y falcata.
Primero hablaré brevemente sobre su armamento para que los más noveles vayan entrando en materia. Las espadas más utilizadas eran la espada de antenas, predecesora del gladius romano, y la archifamosa falcata. Ambas son armas excelentes, ya que los armeros peninsulares tenían gran fama ya en aquéllos tiempos. Los tratamientos a los que se exponían a los minerales y el proceso de forja se llevaba en el más absoluto secreto y se procuraba que fueran de la mejor calidad. Las espadas eran artículos reservados para los mejores y más ricos guerreros, estaban confeccionadas a la medida del usuario y se iban con ellos a la tumba. Los hombres que pertenecieran a la casta guerrera y no pudieran permitirse una espada solían optar por lanzas largas,ya que los puñales como el pugio o el puñal de frontón, eran un complemento a la espada y símbolo de estatus, no para batallar. Aunque la mayoría de los guerreros de la época solían tener dineros suficientes como para hacerse con el material bélico que les permitiera sobrevivir a los combates.
Otro arma característica era la lanza. Usada con escudo, principalmente, solía contar con una longitud desde el metro setenta a los dos metros cincuenta de longitud, cuyas hojas eran largas y estrechas,con un nervio central y afiladas por los dos lados y muy aguzadas. Como armas arrojadizas utilizaban jabalinas, las dos más características eran la falárica y el saunion (a este último los romanos lo llamaron soliferrum, por ser enteramente de hierro).
En cuanto a armamento defensivo, se utilizaban pectorales de bronce, principalmente, aunque protecciones de cuero y lino no eran ajenas a la panoplia del guerrero ibero. Las cotas de malla también fueron portadas por ellos, pero eran más comunes en los celtíberos e íberos del norte, ya que tenían más intercambio cultural con los celtas; al igual que los iberos del levante podían portar perfectamente algo muy similar a las linothorax griegas, por proximidad con las antiguas colonias de este pueblo o por contactos con los púnicos.
En el ámbito de los escudos podemos encontrarnos desde grandes escudos celtas ovalados o hexagonales hasta pequeñas rodelas llamadas caetra. El abanico de escudos utilizados era enorme, y no es un hecho que nos deba extrañar puesto que, aunque el sistema de combate era muy similar en la mayoría de los pueblos de la península, cada guerrero personalizaba su propio arsenal conforme a sus gustos y el rendimiento que sacaba de él. Lo mismo pasaba con los yelmos, ya que podían ser de bronce, cuero hervido o sin hervir o llevar la cabeza al descubierto. 
Típico soldado ibero con peto de bronce, casco de cuero, escudo
céltico, lanza, saunion y falcata.

A estos elementos característicos de estos pueblos se les pueden añadir los comunes con la mayoría de los europeos de aquélla época como brazales, grebas, hachas, hondas, arcos, etc, pero el guerrero ibero buscaba un armamento ligero y cómodo, ya que la velocidad y agilidad son puntos a favor en la guerra.
Su armamento ligero y poca defensa corporal les encuadra dentro de lo que llamamos infantería ligera, es decir, infantería que por su entrenamiento o armamento no está preparada para afrontar un combate intenso largo tiempo. Los guerreros celtas y la mayoría de los germánicos luchaban como infantería pesada debido a sus grandes escudos, pesados yelmos, cotas de malla y espadas largas.Sin embargo, no todo es armamento, ya que los romanos princeps se diferenciaban de los hastatii principalmente en el entrenamiento y la experiencia, porque el armamento utilizado era similar y la forma de combatir igual. Con estos ejemplos quiero ilustrar que la línea que separa a la infantería ligera de la pesada es muy fina y puede confundirse con facilidad.
Como decía, a los iberos se les utilizó como infantería pesada, aguantando la parte más cruenta del combate, debido a que no sufrían las penalizaciones propias del armamento pesado cuando faltaba espacio para esgrimir las armas. Aníbal confió en los mercenarios iberos antes que en los galos, ya que estos últimos tenían cierta tendencia a la huida y su armamento pesado los hacía más lentos en combate. Asimismo, muchos generales romanos contaron con mercenarios peninsulares a lo largo de las campañas expansionistas de la República, antes de que Hispania quedara definitivamente bajo dominio romano y se le concediera la cuidadanía a la población en masa.
El soldado hispano llegaba a la vida en la milicia debido a que la alternativa era trabajar la tierra, un destino poco atractivo para cualquiera debido a las paupérrimas condiciones del destripaterrones de turno en aquélla época. Por lo tanto, la juventud optaba por engrosar las filas de algún caudillo local o directamente se ponían al servicio de las potencias extranjeras a título propio, que pagaban bien y siempre andaban necesitados de gentes de armas. Así que los habitantes masculinos de la península se entrenaban en las artes marciales tan pronto como podían sostener los instrumentos necesarios.
En cuanto a la forma de combatir, difería en gran medida con respecto a la cántabra, gala y demás pueblos vecinos, ya que los iberos y celtíberos combatían en líneas cerradas de infantería, como un ejército que combate unido y compenetrado. Los celtas solían realizar sendas cargas frontales y buscaban el duelo individual, lo que requería un mayor espacio para que el ejército maniobrara y constituyó una de las razones de las múltiples bajas que les ocasionaban enfrentamientos con ejércitos más cohesionados como el romano. Así pues, el peso principal del combate ibérico recaía sobre la infantería, siendo la caballería relegada a un segundo plano. El caballo era un medio de transporte y de apoyo para flanquear, perseguir al enemigo en fuga o cubrir una retirada, pero era la infantería la que ganaba las batallas.


Dado que las espadas estaban concebidas más para apuñalar que para efectuar  cortes, la agilidad que confería el armamento ligero sumaba letalidad al sistema de combate. El guerrero se cubría con el escudo, dejando que el enemigo lanzase golpes cortantes que dejaran zonas vulnerables expuestas; acto seguido avanzaba con la espada paralela al suelo y descargaba un golpe mortal punzante que pocas armaduras de la época podían detener. Una unidad de guerreros luchando de forma coordinada y disciplinada era muy valiosa, y más teniendo en cuenta que el enemigo había sufrido una lluvia de jabalinas mientras cargaba, lo que frenaba su carrera, abría huecos en la formación, desmoralizaba, empalaba los escudos y dejaba a algún desdichado listo para ser abono de la próxima cosecha.
Además las filas ibéricas contaban con un sistema de vasallaje muy especial llamada por los historiadores romanos como fides o devotio. El concepto subyacente a estos palabros consiste en que el cliente (soldado en este caso) juraba a su señor una fidelidad extrema, hasta el punto de que si el señor moría, el cliente solo debía vivir lo suficiente para vengarle. Asimismo, el señor contraía las típicas obligaciones de cara a su cliente: protegerle, pagarle, etc. A diferencia de otros pactos similares como los soldurii galos o el comitatus germano, el ibérico era un pacto sagrado firmado ante los dioses, lo que lo convertía en inquebrantable. Algunos historiadores contemporáneos comentan en sus crónicas que más de un general romano se hacía con una guardia personal de hispanos vinculados a él por la devotio, así que debía ser efectivo realmente.


El combatiente ibérico tenía la ventaja de tener una gran movilidad táctica, en parte por su armamento ligero y entrenamiento, y en parte porque estaban sometidos a una vida de privaciones y no les eran ajenas las largas marchas incluso por terrenos agrestes. Esta característica también influyó de manera positiva a la hora de tender emboscadas fructíferas o de luchar en guerras de guerrillas como hizo el lusitano Viriato. Tierras duras paren gentes duras, y ese es el caso de los combatientes peninsulares. Tal es así que alrededor de veinte mil mercenarios hispanos lucharon durante la segunda guerra púnica, tanto en el bando cartaginés como en el latino.
Y dicho esto, dejo unas cuantas  citas sobre los guerreros iberos que seguro que enorgullecen al personal aunque no tengan nada que ver con ellos y sus gestas.
"Esta Hispania produce los durísimos soldados, ésta los expertísimos capitanes, ésta los fecundísimos oradores, ésta los clarísimos vates, ésta es madre de jueces y príncipes, ésta dio para el Imperio a Trajano, a Adriano, a Teodosio." Pacato (s. IV).

"Ágil, belicoso, inquieto. Hispania es distinta de Itálica, más dispuesta para la guerra a causa de lo áspero del terreno y del genio de los hombres." Tito Livio (59 a. C. a 17 d.C.) 

"Los hispanos tienen preparado el cuerpo para la abstinencia y la fatiga, y el ánimo para la muerte: dura y austera sobriedad en todo (dura omnibus et adstricta parsimonia)". Pompeyo Trogo




El Marquésde las Doce y Media ofrece un adiós, si les place; y si no, también.

4 comentarios:

  1. Me ha parecido muy interesante la información :)))

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  2. es una lastima que no siga publicando entradas en su blog , me resultaron muy interesantes y de fácil lectura

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    1. Muchas gracias, la verdad es que es agradable leer eso de vez en cuando. Creo que en breve volveré a retomar el blog, pero me centraré más en blindajes, que es de lo que más sé y de los otros temas ya hay mucha información ya en internet.

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  3. Muy interesante. Gracias por estos posts.

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