domingo, 24 de febrero de 2013

El monje guerrero japonés.

Su fama les precede: sectas de monjes guerreros que todo general quería en sus ejércitos, ya que generaban un miedo atroz en los corazones de sus oponentes, además de poseer una moral a prueba de balas y una tremenda destreza con las armas que empuñaban.


Durante la historia de Japón, muchas han sido las sectas religiosas que además de dedicarse al camino de la iluminación también entrenaban en el manejo de las armas. Los sohei, yamabushi ikko-ikki son algunas de las sectas de monjes budistas que contaban con entrenamiento militar, a fin de poder defender sus templos de salteadores y bandidos inicialmente, pero que luego formaron contingentes permanentes y forjaron alianzas con señores de la guerra de las tierras cercanas. 
Las religiones que seguían eran todas budistas con tintes sintoístas y taoístas, lo que proporciona al budismo japonés una serie de características muy curiosas al añadir elementos como los espíritus kami, demonios oni y un largo etcétera de elementos del folclore nipón. Algunas de las sectas principales hacían hincapié en la práctica del ascetismo, como los yamabushi, mientras que otras vivían en grandes comunidades con campesinos a los que adoctrinaban, como es el caso de los ikko-ikki. 
Pero en realidad daba igual qué rama del budismo profesaban o los ritos específicos que componían la regla del templo al que servían, dado que se guiaban por un estricto sistema de vasallaje en el que recibían protección y ayuda económica a cambio de sus servicios como consejeros, sacerdotes, maestros, brujos, sanadores, y cómo no, guerreros.
Todos los daimyos (señores de la guerra) de importancia entre los siglos XIV-XVI  contaban con una tropa  bien nutrida compuesta por monjes guerreros que llevaban el pánico a las filas enemigas. La razón principal de su letalidad era un entrenamiento extremadamente duro: largas marchas que se alargaban meses y tenían como finalidad la purificación del espíritu, madrugones para llevar enormes cestas de agua hasta el templo, arar y trabajar la tierra, y un completísimo adiestramiento militar que englobaba sistemas de lucha con y sin armas. Pasar frío y hambre, quedarse inmóviles durante el tiempo que hiciera falta y una extensa lista de pruebas de resistencia, tanto físicas como psicológicas constituían la vida diaria del monje. El entrenamiento en las artes marciales no sólo tenía un objetivo puramente militar, sino que constutuía uno de los caminos que seguían los monjes para encontrar la iluminación, ya que dominar el cuerpo y someterlo a la mente constituye uno de los pilares de las creencias budistas. A algunos monjes se les atribuye relaciones muy estrechas con los clanes ninja, e incluso algunos monjes de renombre tienen la fama de haber sido poderosos ninja que hacían gala de grandes habilidades para el subterfugio, el espionaje y el asesinato. Si bien en muchos casos esto no es más que una leyenda, sí que es posible e incluso probable que algunos clanes ninja trabaran amistad con determinados templos para intercambiar servicios, así que no es descabellado pensar que existiera un intercambio de información y conocimientos entre los monjes y los "guerreros de las sombras".
Es un error juzgar las artes marciales japonesas por las clases a las que hemos asistido de karate, kendo y todas estas mariconaditas que se han puesto de moda. Sí que es cierto que eran más ceremoniales que las occidentales y más rígidas y cuadriculadas, pero ello no las hacía más o menos efectivas, y en nada se parecen a las que se practican en los gimnasios hoy en día: las modernas están diseñadas para captar alumnos y ser estéticamente bonitas, no constituyen sistemas de combate reales. Antaño, la rigidez de los movimientos era una muestra de control, maestría y precisión, si bien, en un combate real toda la parafernalia se dejaba a un lado, quedando como remanente lo útil, por muy poco civilizado o demasiado brutal que fuera, ya que la idea principal era salir vivo del lance fuera como fuese.
Sohei con distintas configuraciones de armas (bisento, nagamaki y dos naginatas, de izquierda a derecha) y velos

La vestimenta del monje dependía de la secta a la que perteneciera, e incluso dentro de una misma secta dependía del rango, época del año o tarea que se dispusiera a acometer. No existe una estandarización para representarlos: podían ir descalzos o portar sandalias, o con zapatos de madera con dos grandes tacos transversales en la suela, además de una túnica y/o calzones cortos que llegaban por encima o debajo  de las rodillas, y solían llevar la cabeza rapada como símbolo de devoción y además de higiene personal, ya que los piojos y garrapatas debían ser evitados a toda costa para prevenir la transmisión de enfermedades. La cabeza podía ir cubierta por un gran pañuelo de forma que sólo descubriera los ojos y la nariz, o mantener toda la cara al descubierto, e incluso podían llevar yelmos similares a los usados por los samuráis en caso de entrar en combate. A los ropajes anteriormente mencionados se le sumaban relicarios y elementos sagrados o a los que se les atribuían poderes místicos o espirituales, como los mala budistas, muy similares a los rosarios cristianos. Estos avalorios y la peculiar vestimenta convertían a un monje en un personaje fácilmente identificable durante una batalla, aumentando la moral de las tropas aliadas y menguando la de los enemigos, sobre todo los campesinos o ashigaru, reacios a entrar en combate con estos "hombres santos" cargados de elementos mágicos que les protegen y les confieren una moral difícilmente corruptible.
 En cuanto al armamento, el arma más común durante las guerras Genpei y el periodo Sengoku Jidai utilizadas por los monjes era la naginata, que se componía de una hoja curva enastada en una vara de metro ochenta de longitud. Constituía un arma formidable en manos de un guerrero adiestrado y era más sencilla de manejar que la famosa katana, aunque no por ello menos peligrosa. Otros elementos en el arsenal del monje eran el arco, la katana, distintos tipos de lanzas, arcabuces y mosquetes como la variante japonesa sin culata llamada teppo, con el uso de los cuáles los monjes parece que fueron especialmente certeros, si bien hay imágenes anteriores a los periodos citados en que llevan bisentos, tetsubo o simplemente varas, cuchillos o útiles del campo, dando muestras de que eran guerreros muy versátiles en combate.

La armadura podía variar, ya que algunos monjes preferían combatir descalzos únicamente ataviados con una túnica, ya que se habían entrenado con el arco o el mosquete y el cuerpo a cuerpo no era lo suyo, sin embargo, algunos optarían por portar una armadura pesada que cambiaría los elementos que la componían dependiendo de la época, de los gustos y posibilidades del usuario y de la secta a la que éste pertenecía. Esta armadura de la derecha puede perfectamente haber pertenecido a un monje entre los siglos XII y XIII que luchara por su templo que a su vez se encuadraba dentro de la hueste de algún caudillo local.

Por último sólo diré que el ocaso de los monjes guerreros sobrevino a principios del siglo XVII, cuando los últimos reductos de los Ikko-ikki cayeron bajo el poder de los clanes samurái, y muchas sectas religiosas armadas fueron proscritas y perseguidas sin piedad, convirtiendo a los monjes guerreros en especímenes aislados de una casta otrora poderosa e influyente. En posteriores entradas profundizaré sobre el armamento japonés y sobre los Ikko-ikki, quienes constituyen un tema apasionante por sí mismos.



El Marqués de las Doce y Media ofrece un adiós, si les place; y si no, también.


viernes, 15 de febrero de 2013

La taiaha

Arma por excelencia de los maoríes neozelandeses, es otro ejemplo más de cómo un arma simple puede convertirse en un instrumento letal si el diseño es acertado y el guerrero es experto en su manejo.

Como se puede apreciar en la imagen superior, se trata de un bastón de aproximadamente metro y medio de longitud que se ensancha según se aproxima a un extremo, mientras que en el otro acaba en una aguzada punta. Después de esta somera descripción, añadiré que no existe una "uniformidad" en cuanto al diseño de la taiaha. Como ocurre con aquéllos pueblos en los que los armeros son los mismos guerreros que más tarde empuñarán sus creaciones en combate, optan por construir su armamento según sus preferencias y disponibilidad de recursos.
Detalle de la zona contundente donde se aprecia la forma de remo.

El cuerpo del arma es de madera, probablemente de cualquier madera disponible en la isla como la de  kauri, rimu, kahikatea y totara, pero hay que hacer hincapié en que la mayoría de estas maderas tropicales poseen una gran densidad, lo que las convierte en herramientas muy útiles en el combate. La gran densidad aporta un gran peso que redunda en una mayor potencia de impacto, con la contrapartida de que son más difíciles de manejar. Resultan ser maderas de gran resistencia que no se astillan  con facilidad gracias a su enorme tenacidad y dureza, además eran endurecidas exteriormente  pasando las varas por encima del fuego, con lo que se conseguían unas características que ninguna madera europea puede igualar. 
La zona más ancha del arma no tiene forma cilíndrica, como se pudiera pensar, sino que es de sección lenticular, llegando en algunos casos a presentar un filo primitivo, que a ciertas velocidades puede efectuar golpes de tajo contra zonas desprotegidas. Esta forma similar a un remo potencia el impacto, ya que el perfil es más aerodinámico y permite transmitir una mayor presión sobre el objetivo, destrozando huesos y provocando traumas y derrames internos, la mayoría con efectos letales incluso a día de hoy. El efecto que se consigue en el impacto se hace más devastador si cabe debido a la gran longitud del arma (aumentando el momento de inercia) y a que la madera de la que está compuesta no es en absoluto flexible, por lo que casi la totalidad del impacto es recibida por el blanco, prácticamente sin disipación de energía. Las longitudes totales varían según la época y requerimientos del usuario, pero se mantienen entre el metro con viente y el metro sesenta de longitud total.
Punta de jade.

Punta de madera ricamente tallada.



La punta de la taiaha podía ser de jade afilado como una daga, de madera, que es igualmente capaz de traspasar el abdomen, o de madera forrada de dientes de tiburón, que eran muy usados en esta isla del Pacífico con fines bélicos. La punta podía ser igualmente de basalto o material óseo, siendo el principal el perteneciente a los cetáceos por su robustez y tamaño. Cualquier material o combinación de materiales era adecuado siempre que mantuviera el objetivo principal de esta parte del arma: la penetración y el golpe de punzada.  Cualquiera de las puntas descritas anteriormente son capaces de atravesar los tejidos blandos del cuerpo humano y llegar hasta órganos de gran importancia, causando severas hemorragias que conducen irremediablemente a la muerte. En el caso especial de la punta de madera, pudiera no atravesar zonas más duras del cuerpo, pero no nos engañemos, un golpe con esta parte del arma puede hacer el "efecto kubotán", causando graves daños debido a la gran presión ejercida en un área de reducidas dimensiones, consiguiendo una baja aún siendo incapaz de perforar la piel.
Kubotán, artefacto diseñado para la defensa personal
moderna, aunque derivado de armas tradicionales.
Las técnicas desarrolladas para el combate con la taiaha son muy diversas y engloban conceptos como el terreno en el que se combate, las armas que porta el oponente y un largo etcétera de parámetros que varían durante los enfrentamientos. Existen técnicas enfocadas al combate en arena, donde es fácil perder el equilibrio, pero también otras diseñadas para ser eficaces en zonas boscosas o sumergidos en agua hasta las rodillas. Por lo que he podido investigar, las técnicas tienen similitud con las orientales más comunes para nosotros, ya que los estilos reciben también nombres de animales como el "lagarto" o el "pájaro" entre otros muchos. Algunas posturas son bajas y recalcan el mantener alejado al enemigo a través de la punta, mientras que otras se basan en una guardia alta y giros tanto del arma como del cuerpo para mantener siempre la taiaha en movimiento, a fin de buscar los golpes contundentes. Como en todos los sistemas de combate, no existe uno superior al otro universalmente, sino que la optimización surge de la adaptación.
Como corolario, este arma representa la versatilidad y, aunque pueda parecer mentira, es un exponente de la técnica sobre la fuerza bruta. Viendo al terrorífico guerrero maorí con su temible haka antes del combate, sus tatuajes y gritos de combate, pudiera parecer que se entregaría a un combate cruento y primitivo, sin el más mínimo asomo de estrategia . La verdad es que la táctica que subyace tras la taiaha es excepcional, combiando destreza y movimientos precisos con una ferocidad rayana en lo redundante. No es una porra de combate, es un sistema que vale tanto para defender como atacar, punzar y golpear, bloquear y encadenar golpes. En definitiva: es un arma que exige conocer su uso a la perfección y además es una muestra de que si se tiene ingenio y ganas de sobrevivir, los materiales de los que se disponga no son determinantes en ningún combate.


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domingo, 10 de febrero de 2013

El maquahuitl

El maquahuitl es una máquina de matar como pocas se han visto a lo largo de la historia. Se trata, ni más ni menos que del apogeo armamentístico neolítico. 

Es un arma que se desarrolló en América del Sur y Mesoamérica que se siguió utilizando en combate por parte de la población indígena incluso tras la llegada de los conquistadores, aunque al poco tiempo fue desechada en favor de las armas de acero que éstos trajeron consigo.
Como ya habrán adivinado los más avispados y aquéllos que ya saben lo que es un maquahuitl, se trata del arma que empuñan los dos guerreros presentes en el primer plano de la imagen. Es un arma soberbia, fruto de la experiencia de muchas generaciones de mesoamericanos que se afanaron el sacarle el máximo potencial destructivo a la obsidiana y a la madera. Se compone de una estructura de madera en la cual se insertan las lascas de obsidiana con forma rectangular, tan afiladas como cualquier bisturí quirúrgico actual. Con esta disposición de sus elementos, el maquahuitl podía funcionar como una espada normal en cuanto a movimientos de tajo se refiere, siendo más ligera, fácil de construir y más sencilla de reparar que una cuchilla hecha enteramente de obsidiana, y mucho más letal en combate que cualquier arma de madera.
Distintas variantes del maquahuitl, a una y dos manos, también llamado cuauhololli.
La obsidiana, para los que lo desconozcan, es una piedra volcánica que posee una extraordinaria dureza con una tenacidad nada despreciable, siendo por lo tanto, una piedra perfecta para el corte, al igual que el archifamoso sílex, con la salvedad de que la obsidiana es menos dura , pero sin embargo las lascas que se producen en la fractura presentan filos más aguzados, y por lo tanto, gozan de una mayor utilidad en combate.
Sólo con contemplar el maquahuiltl se puede apreciar el derroche de ingenio que representa, y todo para averiar al prójimo todo lo que se pueda y más. Más de uno habrá leído que las armas aztecas, toltecas, etc estaban destinadas a herir antes que a matar, pero no comparto esa opinión. El simple peso del arma es capaz de destrozar los huesos y producir derrames internos que acaban con la vida del desdichado en unos pocos minutos, mientras que las cuchillas presentan un filo capaz de cercenar una extremidad de un solo golpe. Un arma así en manos de un guerrero entrenado puede perforar las corazas de algodón al uso en aquellas poblaciones, causando una muerte segura y no las heridas que muchos pretenden, alegando que los cautivos eran preferibles para poder ser sacrificados durante los sangrientos cultos autóctonos. Póngase si no se lo cree en la piel de un mexica fanático y adiestrado durante toda su vida en el manejo del maquahuitl que descarga su arma contra una pierna, el torso, brazos o cabeza del enemigo con toda la potencia que son capaces de desarrollar sus músculos. Espero que ante esta imagen, recapacite, aunque si sigue pensando que el desgraciado solo está herido, que le pase la ITV a su sentido común.

Algunos se habrán fijado en que en todas las ilustraciones el arma se ensancha según se aleja del mango. Esto añade momento de inercia a la rotación del arma, aumentando el poder del impacto, por lo que este arma podría ser descrito, salvando las distancias, como el bracamarte neolítico, aunque la mayoría lo considera un tipo de espada. En mi humilde opinión, es un error llamar al maquahuitl espada, dado que ninguna de sus variantes presenta punta. Simplemente, sería inútil intentar punzar con un arma tan ancha: no alcanzaría ninguna zona vital de importancia y el movimiento de punzada es más difícil de ejecutar eficazmente que el de tajo con un arma tan ancha y poco equilibrada. El corte (descrito en entradas anteriores) de esta peculiar arma es igual de sorprendente: el habitual deslizamiento se transforma en un movimiento de sierra mucho más poderoso que el corte estándar, aunque conlleva un gasto superior de energía y la posibilidad de que el arma quede trabada con algún hueso o tejido, perdiendo o fracturando el arma, algo fatal en combate.
Los movimientos que se asocian a este tipo de armas varía considerablemente con la morfología. Por ejemplo, un maquahuitl de una sola mano será de mayor utilidad portando un escudo mientras que el cuauhololli buscará movimientos más encadenados con fintas, avances y retrocesos, manteniendo posturas más abiertas y ofensivas. Jamás se buscaría un movimiento de parada con este arma, ya que la gran inercia que posee la hace ineficaz para esta tarea, además de ser lo suficientemente frágil como para no sobrevivir al encontronazo. No era un arma para esgrima ni florituras, aunque no quiere decir que no contase con una técnica y un "manual" asociados a su manejo.
Los habría muy cortos, de unos 30 cm de largo que serían usados como arma auxiliar; unos serían más estrechos y largos, de 60 ó 70 cm de largo por 8 de ancho; otros más anchos y cortos,buscando la contundencia del golpe, y así un largo etcétera de posibilidades, ya que probablemente el armero sería el mismo que luego habría de usarla en combate, y amoldaría su creación a sus gustos y preferencias. Las más grandes descritas, reservadas para el uso a dos manos dicen haber sido "tan altas como un hombre", pero dudo de que fuera cierto, ya que sería un arma relativamente frágil, pero sobre todo, difícil de manejar con efectividad en combate.
Aquí expongo una imagen de un códice del siglo XVI donde se muestra a
guerreros mexicas con sus respectivos maquahuitls.

Sin duda se trata de un arma con un inmenso potencial en las manos adecuadas, ya que solemos verla en las manos de guerreros pertenecientes a órdenes religiosas, cuyos integrantes formaban parte de la élite militar en mesoamérica. En la imagen de arriba se puede apreciar que el primer guerrero por la izquierda pertenece a la temida orden del águila que honra al dios Huitzilopochtli, por lo que podemos corroborar que las mejores máquinas de matar preferían la maquahuitl antes que otras armas igualmente efectivas pero de manejo más sencillo. Y esto se debe a que muchas veces, el daño que produce un arma en la moral enemiga es muy superior al efectivo, aunque en este caso solo sea cierto al cincuenta por ciento, convirtiendo el arma en un icono que induce miedo en las tropas enemigas a la par que es capaz de reducirlas a confeti.

Como despedida me gustaría añadir que aunque en su mundo neolítico fuera el rey, este arma cayó rápidamente en decadencia al ser prácticamente inútil contra los sistemas defensivos que los europeos trajeron consigo, pudiendo solo herir en las zonas que no cubría la armadura, ya que en un encontronazo frontal con éstas, resbalaría o, en el peor de los casos, el magnífico arma quedaría hecha astillas.


El Marqués de las Doce y Media ofrece un adiós, si les place; y si no, también.



viernes, 8 de febrero de 2013

El polémico AK-47

Dedico mi primera entrada sobre las armas de fuego al controvertido AK-47 y su familia, también conocidos como los kalashnikov, entre los que se encuentran el AKM (la versión más extendida), el AK-74, el 101,102,103,104,105 y un sinfín de configuraciones fruto de la copia, adaptación y mejoras a gusto del consumidor.
                           


En cuanto al nombre, se debe al siberiano Mijail T. Kalashnikov, un carrista suboficial de la antigua URSS y además el diseñador de este artefacto endemoniado. AK significa Automat Kalashnikova, y 47 se refiere a 1947, año en que comenzó su producción. En algunos países latinoamericanos tengo entendido que se le llama "cuerno de chivo", supongo que por su morfología y quizá por su tableteo tan característico.
Su concepción es un caso especial, dado que es un arma diseñada por militares y para militares. Esto puede parecer información irrelevante, pero es curioso que de un tiempo a esta parte, las armas que más han durado a lo largo de los años han sido justamente diseñadas por aquéllos que habían vivido un combate en sus carnes, y no sólo por un grupo de especialistas y expertos que únicamente manejan sus creaciones en campos e tiro y entrenamientos simulados. No quiero decir con esto que no haga falta preparación y teoría a la hora de acometer empresas de creación armamentística, sino que se debe profundizar al máximo para obtener el mejor rendimiento: hay que conocer qué se está construyendo.
Si a los datos técnicos nos remitimos, el diseño original está diseñado para disparar el potentísimo cartucho 7.62x39 mm, aunque los más modernos están recamarados para aceptar el 5.45x39.5 o el 5.56x45 tan usado en los países miembros de la OTAN. Cuenta con un sistema de disparo tanto automático como semiautomático accionado por toma de gases convencional, además de un cerrojo con dos tetones que bloquean el arma antes del disparo. La longitud total del arma es de 869 mm, con 414 mm de cañón y 4 estrías con un giro cada 235 mm. El peso descargado es de 4.3 kg, permitiendo cargadores de 5, 30 y 40 cartuchos que pueden ser disparados a una velocidad máxima de 600 por minuto.
Aquí figuran los tres cartuchos mencionados anteriormente.
Se colige rápidamente porqué el 7.62 es más poderoso y el 5.56
posee una mayor penetración en el objetivo.

A la luz de estos datos, cualquiera que sepa de qué habla en cuestiones de balística sacará ciertas conclusiones, las cuales me dispongo a enumerar para los neófitos. El 7.62x39  es un cartucho dotado de una inmensa potencia con un poder de parada descomunal, capaz de causar heridas considerablemente más graves que el 5.56x45 (cartucho empleado en el M-16 estuadounidense y sus derivados), pero sacrifica velocidad y poder de penetración, a la vez que al 7.62 se le asocia una menor precisión.  
La longitud del AK no difiere mucho con respecto a otros fusiles de asalto modernos, pero la longitud del cañón sí, siendo el del AK unos 10 cm más corto que los occidentales , lo que representa una desviación de alrededor del 20%, es decir, el cañón del fusil es más corto de lo normal, restándole precisión al disparo. Además, las estrías del interior del ánima también se encuentran en menor número y más espaciadas a lo largo del cañón, contribuyendo negativamente a la precisión del arma, ya que estas estrías dirigen el giro de la bala en su recorrido por el cañón para que no se desvíe drásticamente cuando lo abandone.
El AK-103, de configuración más moderna, pero que mantiene las
características básicas de su mítico antecesor.

Si hacemos un pequeño corolario de todo lo dicho hasta ahora, comprobamos que tenemos poderosas razones para creer que es un arma poco precisa, que además dispara un cartucho de baja velocidad (comparado con los estándares) con una cadencia de tiro subnormal, por lo tanto discurre un mayor tiempo entre disparo y disparo con un gran retroceso. Todas estas características derivan en una pérdida de precisión muy considerable, dado que la reelevación del arma producida por el retroceso es decisiva a la hora de disparar una ráfaga. 
En cuanto a elementos externos, considero que el pistolete y la culata tienen dimensiones ridículas, ya que éstas deberían ser más grandes para proporcionar un control más sencillo sobre el arma. La culata no se adapta con facilidad al hombro, y al ser tan pequeño, cada disparo hace una gran presión sobre éste, entumeciéndolo rápidamente. En cuanto al pistolete, el agarre con guantes se hace un tanto cómico, ya que unas manos grandes lo rebasan con facilidad, impidiendo un correcto agarre que, de nuevo, tiene efectos negativos sobre el disparo. 
El cargador es muy grande y adolece de una pronunciada curvatura, lo que favorece los enganches y limita los movimientos en espacios cerrados, algo crucial durante el asalto a una posición.
Hasta ahora todo son contras, entonces ¿por qué ha sido el fusil que más años ha estado en activo? ¿Por qué algunos de los soldados estadounidenses que combatieron en Vietnam desechaban sus M-16 en favor del AK?
La respuesta es sencilla: la fiabilidad y el coste. Los combates modernos con armas portátiles discurren a menos de 70 metros, por lo que la falta de precisión prácticamente ni se nota. Su caja de mecanismos puede soportar el más duro trato, funcionando después de ser introducido en agua, rebozado en barro o arena fina del desierto que machacaría cualquier otro dispositivo, e incluso después de llevar una eternidad sin mantenimiento o limpieza alguna en condiciones de extrema suciedad.  Es un diseño tan acertado que puede disparar munición para la cual la cámara no está acondicionada, aunque es una acción que daña el cañón irremediablemente, tiene una gran utilidad si te encuentras bajo fuego y sólo puedes echar mano de las reservas del soldado enemigo caído emplazado cerca de ti.
Miembros de la familia Kalashnikov con sus respectivas bayonetas, lo
que proporciona una ligera idea de su letalidad en el cuerpo a cuerpo.

El gran poder de parada del 7.62 y en menor escala, el del 5.45 es muy útil en combates cerrados donde si no dejas al enemigo en el sitio de un sólo disparo, lo más probable es que te pase con  la bayoneta de parte a parte antes de irse al más allá.
En lo que atañe al factor económico y político, su difusión se debe más a conveniencias de los Soviéticos que a otra cosa, si bien, cabe resaltar que el precio al que se venden estos artefactos es muy bajo en comparación con sus homólogos europeos y americanos, a los que a veces sobrepasan en prestaciones.
Su robustez, fiabilidad y sencillez de manejo lo hacen ideal para guerrilleros y milicias con poco o ningún adiestramiento, siendo capaz de soportar el más duro trato sin inmutarse y manteniendo su letalidad. En cambio, tiradores con mayor experiencia señalarán fallos que implican una modificación seria del conjunto, pero obviamente, no se puede mantener contento a todo el mundo.
En esta figura se muestra una RPK-74, es decir, una modificación
de la variante AK-74 reconvertida a ametralladora media de apoyo.

Como resumen, me gustaría recalcar que se trata de una excelente munición, con un inmejorable cajón de mecanismos, encerrado en una mala carcasa, que únicamente destaca por su resistencia, pero carece de todo lo demás. En cuanto a las odiosas comparaciones que tanto nos encantan, diré que ni el M-16 es mejor que el AK-47 ni viceversa, ya que en esa ecuación que estamos planteando faltan muchos parámetros por determinar, y no me atrevería a escoger una sola herramienta si no conozco el artefacto que tengo que reparar.


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domingo, 3 de febrero de 2013

El Falx y la Rhomphaia

Voy a dedicar esta entrada completa a dos armas que siempre me han llamado la atención: la rhomphaia y la falx o falce, aunque la línea divisoria entre ambas es muy fina y se pueden confundir con mucha facilidad.

Falce de una sola mano.
Parece ser que la falx (hoz, en latín) tuvo su origen en Dacia, al norte de Grecia, y perduró en los tiempos del Imperio romano, llegando a ser un arma de gran utilidad contra los ejércitos de Trajano, quienes sufrieron en sus carnes la efectividad de esta máquina desmembradora. Los antecesores de este arma fueron, posiblemente, hoces de uso agrícola, y lo más probable es que fuera portada al principio como arma de circunstancias por campesinos sin recursos armamentísticos.
Como se puede apreciar en la ilustración, se trata simplemente de una hoz con el filo en su parte interior, otorgándole una gran capacidad ofensiva. Un arma de estas características es capaz de imprimir una potencia colosal contra los miembros del enemigo, llegando a cortarlos de cuajo aún cuando  éstos llevasen protecciones. Los golpes de esta arma son inequívocamente de tajo, aunque el final en punta puede utilizarse como pico para atravesar una coraza resistente, rasgando la misma una vez se ha abierto brecha simplemente tirando hacia abajo. El poderoso filo hará el resto, dejando tras de sí una herida de considerables dimensiones.
 En el caso de ser un falce de una solo mano, se podía complementar con un escudo, manteniendo una buena defensa con un ataque inmejorable. Además, el arma de una sola mano podía desviar fácilmente tanto las armas como el escudo del enemigo, dejándolo a merced de un ataque. Su esgrima difiere mucho de la de una espada corta, ya que no tiene capacidad para punzar o desviar como una espada normal, su uso defensivo se asemejaría más al de una daga de parada del siglo XVII. El falce de una sola mano poseía una longitud total de unos 50-60cm, de los cuáles unos 10-15 correspondían al mango, lo que le proporcionaba gran manejabilidad al poder efectuar giros de muñeca, algo que muy pocas armas de tajo pueden conseguir.  Existieron a su vez falces de dos manos (1.20-160 m, de los cuales la mitad correspondían a la hoja), mucho más útiles en cuanto a capacidad ofensiva, sin embargo descuidaban enormemente la defensa, haciendo muy complicado responder a un ataque que sale de detrás de un escudo buscando atravesar el estómago. La necesidad de hacer únicamente movimientos circulares cansa muy rápidamente al portador, que debe mantenerse a distancia para evitar ser alcanzado. La capacidad desmoralizadora de este arma es colosal, permitiendo mantener al enemigo a una distancia óptima y a la defensiva, maximizando la efectividad. No es un gran arma si el enemigo consigue mantenerse sereno tras su escudo.
Falce a dos manos
Históricamente, la efectividad de este arma causó una gran impresión entre las tropas romanas, teniendo estas que modificar su armamento defensivo durante la campaña, reforzando el yelmo con bandas metálicas, así como los hombros, bordes del escutum y añadiendo protecciones en el brazo derecho (el portador de la espada) y piernas. 


La rhomphaia tiene su origen en Tracia y su morfología es similar a la del falce, sin embargo, tiene algunas diferencias determinantes:
la longitud de la rhomphaia a una sola mano es muy superior a la del falce, con unos 50-80 cm de hoja y 40 de mango, limitando su uso a soldados con una enorme fortaleza física, ya que en la otra mano debían portar el escudo mientras manejaban la enorme rhomphaia. Cabe resaltar que la curvaura de la rhomphaia es mucho más suave y uniforme que la del falce, siendo en algunos casos totalmente recta, lo que la convierte también en un arma punzante aunque no sea este su cometido principal.

 En la imagen superior se puede observar la rhomphaia en manos de dos tracios (siglo II a.C), que podía ser usada como una espada bastarda  si la situación lo requería, aunque el manejo es ligeramente distinto, ya que busca cortes más amplios y no esquiva las zonas defendidas de la armadura ni el escudo en caso de que el enemigo lo porte. Salvando algunas distancias, los movimientos con el arma podrían asemejarse a los de una katana utilizando a su vez un escudo, ¿a que resulta una idea aterradora? 
La rhomphaia a dos manos posee las mismas características, incluso podría ser la misma que la de una sola mano con un mango de superior longitud, lo que dificulta mucho su uso con una sola mano al aumentar la masa y el momento de inercia pero sin mejorar la palanca, restando potencia a los envites. Por ello, la rhomphaia a dos manos prescinde de escudo para su defensa mientras aumenta enormemente la efectividad ofensiva, tanto cortante como punzante, arrojando unos resultados numéricos que superan incluso a un hacha de dos manos nórdica, teniendo en cuenta que la rhomphaia es más versátil y menos engorrosa de utilizar. No es de extrañar, por lo tanto que su uso siguiera vigente hasta en la guardia Varangiana bizantina allá por el año 1000 d.C, aunque su hoja fuera más recta y se asemejara más a una espada similar al faussard.
"Rhomphaia" medieval
El poder de la rhomphaia, independientemente de la variante, es devastador. Aunque las hojas curvadas hacia atrás como los sables y katanas son más sencillas de manejar, el filo interior del falce y rhomphaia imprime a los golpes un mayor poder de tajo, sin perder la oportunidad de culminarlo con un corte en el caso de la rhomphaia. He de decir que en manos inexpertas la hoja se "alabea", tendiendo a golpear de canto al objetivo, lo que requiere una gran tensión en los músculos de los brazos y la espalda, cansando rápidamente al usuario. Sus grandes dimensiones y carencia de pomo o contera la convierten en un arma poco útil en espacios reducidos, y su larga hoja puede doblarse con facilidad si es golpeada de perfil, inutilizando el arma, cosa que sucedería con frecuencia en la época en que fue concebida, cuando el bronce o hierro no eran tan tenaces y resistentes como las aleaciones modernas.
Para concluir esta entrada solo me resta decir que estas armas con forma de hoz tuvieron una bastarda llamada sica, una espada corta curva usada tanto en batalla como en las arenas de los anfiteatros romanos por los "tracios", gladiadores que imitaban el armamento de este pueblo.

Aquí podemos apreciar un boceto de una sica, con características tanto del falce como de la rhomphaia.















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viernes, 1 de febrero de 2013

Técnicas de combate: Tajo y corte.

Como es sabido por muchos, existe una diferencia insalvable entre los conceptos "tajo" y "corte". Quizás para los más noveles en estas lides pueda parecer que son sinónimos, pero tienen utilidades muy diferentes en combate.
Bracamarte
El tajo. El término tajo se refiere a un corte producido por un arma de filo, pero que posee cierto peso, el suficiente como para producir una herida abierta únicamente mediante el impacto por su parte filosa. El tajo por excelencia es el de un bracamarte, un híbrido entre espada y hacha que posee energía cinética suficiente para dejarlo a uno en el sitio. Sin embargo también se pueden efectuar tajos con otras armas cortantes, como gujas, hachas, flambergas e incluso espadas corrientes. La mecánica de este golpe es muy sencilla: se suele efectuar con una sola mano, con el fin de que el arma recorra un arco muy amplio y adquiera mayor potencia al golpear. Todo el peso del arma se concentra en un filo muy aguzado, lo que maximiza la penetración. Las técnicas que implican un tajo requieren mantener el arma en constante movimiento, describiendo órbitas circulares que permitan maniobrar con facilidad a la hora de efectuar un ataque. Es muy importante a la hora de realizar un tajo acompañar el movimiento con la cadera, a fin de maximizar la potencia en el momento definitivo. El golpe de tajo es extremadamente efectivo contra armaduras ligeras, ya que permite una penetración en el objetivo sin precedentes, causando severas hemorragias, cortando músculos y tendones y partiendo huesos debido a la gran presión desarrollada. Contra cotas de malla no es aconsejable, ya que aunque el impacto puede desmallar la armadura y se pueden fracturar los huesos subyacentes, una buena cota de malla remachada junto con un gambesón pueden detener estos golpes, convirtiendo un golpe letal en uno severo. Además, la cota es un amortiguador excelente, por lo que aligera el trauma por impacto y permite que la hoja resbale con mayor facilidad si no ha penetrado en el blanco. Contra armaduras rígidas debe efectuarse con precaución: si se impacta con el ángulo adecuado puede aplastar la placa y causar heridas graves al portador, pero el filo corre un gran riesgo de rebotar si no consigue morder el metal, perdiendo casi por completo el control sobre el arma, con el objetivo intacto y dispuesto a lanzar un contraataque ahora que estamos desequilibrados y a su merced. La gran ventaja de estas armas es la innecesidad de precisión a la hora de alcanzar al enemigo. Un golpe en el yelmo puede aturdir e incluso dejar inconsciente al oponente (en el caso de que no le hayamos abierto brecha hasta el cerebro), un golpe en las articulaciones o extremidades  suele acabar con la fractura de huesos y con la pérdida del equilibrio, algo fatal si nos encontramos acorazados. Otra gran ventaja de estos golpes es que son extremadamente complicados de desviar, y un escudo que recibe estos golpes puede quebrarse con facilidad, o dejar al brazo que  lo maneja severamente entumecido o incluso fracturado. La última gran ventaja es el impacto devastador sobre la moral enemiga: los destrozos que pueden dejar estos golpes son suficientes como para que los más avezados se lo piensen dos veces antes de medirse con ellos. Sus desventajas radican en que requiere una gran maestría para un manejo efectivo y la desprotección fatal que puede generar un tajo errado, aparte que los movimientos de tajo son muy cansados para el portador, y se requiere una gran fortaleza física para aguantar más de cinco minutos de combate.
El corte. El corte es menos conocido y muy difícil de ejecutar por inexpertos. Consiste en efectuar un tajo, pero con mucho menos ímpetu, ya que el daño principal proviene de deslizar la hoja en la incisión abierta, aumentando las dimensiones de la herida, así como su profundidad. Las hojas óptimas para el corte son los cuchillos, sables, espadas y todas aquellas hojas que no posean la suficiente masa para causar un gran destrozo por medio del mero impacto. Huelga decir que estas hojas deben estar generosamente afiladas para causar el efecto deseado, de lo contrario, la herida producida no alcanzaría la profundidad requerida para causar daños de importancia. La mecánica de este movimiento reside en la muñeca, que debe ser muy fuerte para aguantar la posición del arma mientras se desliza sobre la herida. Los cortes son muy útiles dado que permiten alternar ataques sin descuidar la defensa si se falla el objetivo, y efectuar golpes precisos a zonas escogidas por su vulnerabilidad. Los movimientos permiten ser encadenados unos a otros, manteniendo una posición más descansada y más ventajosa tácticamente que si sólo persiguiéramos el tajo. Los cortes son prácticamente inútiles a la hora de acometer armaduras de placas o cotas de malla, ya que es difícil incluso que causen contusiones incapacitantes. Sin embargo, es un ataque devastador contra zonas protegidas únicamente por cuero o paño fuerte. El uso de cortes implica una gran agilidad, y son igualmente útiles a corta distancia que a media distancia, al contrario que el tajo, que necesita un gran arco para ser efectivo. Un arma de corte que falla su objetivo puede acercarse rápidamente a su contrincante a una distancia de menos de 30-40 cm y deslizar simplemente la afilada hoja de su arma contra una zona desprotegida. Una de las armas de corte más versátiles que he podido manejar y estudiar es la katana, de la cual hablaré con más profundidad en otra entrada, pero ya adelanto que es bastante inútil contra armadura. Añadiré que el corte perfecto requiere de ambas manos y es sumamente importante pivotar el pie del lado hacia el que se está efectuando el corte, a lo que seguirá el cuerpo; sin embargo, no es necesario rotar la cadera como en el caso del tajo.
Llagados a este punto siempre sobreviene la pregunta: ¿cuál es más útil, el tajo o el corte? Siento decir que la respuesta es que depende. Como siempre, depende del usuario y del contrincante, del arma que estoy empleando, las defensas de mi oponente, etc. Yo me inclino por las armas preparadas para el tajo, ya que la mayoría pueden efectuar cortes si la ocasión lo requiere (las hachas no, por ejemplo), y el manejo de las técnicas de tajo me resultan mucho más cómodas y naturales (a mí, personalmente) que aquéllas diseñadas para el corte.
El Marqués de las Doce y Media ofrece un adiós, si les place; y si no, también.