domingo, 10 de febrero de 2013

El maquahuitl

El maquahuitl es una máquina de matar como pocas se han visto a lo largo de la historia. Se trata, ni más ni menos que del apogeo armamentístico neolítico. 

Es un arma que se desarrolló en América del Sur y Mesoamérica que se siguió utilizando en combate por parte de la población indígena incluso tras la llegada de los conquistadores, aunque al poco tiempo fue desechada en favor de las armas de acero que éstos trajeron consigo.
Como ya habrán adivinado los más avispados y aquéllos que ya saben lo que es un maquahuitl, se trata del arma que empuñan los dos guerreros presentes en el primer plano de la imagen. Es un arma soberbia, fruto de la experiencia de muchas generaciones de mesoamericanos que se afanaron el sacarle el máximo potencial destructivo a la obsidiana y a la madera. Se compone de una estructura de madera en la cual se insertan las lascas de obsidiana con forma rectangular, tan afiladas como cualquier bisturí quirúrgico actual. Con esta disposición de sus elementos, el maquahuitl podía funcionar como una espada normal en cuanto a movimientos de tajo se refiere, siendo más ligera, fácil de construir y más sencilla de reparar que una cuchilla hecha enteramente de obsidiana, y mucho más letal en combate que cualquier arma de madera.
Distintas variantes del maquahuitl, a una y dos manos, también llamado cuauhololli.
La obsidiana, para los que lo desconozcan, es una piedra volcánica que posee una extraordinaria dureza con una tenacidad nada despreciable, siendo por lo tanto, una piedra perfecta para el corte, al igual que el archifamoso sílex, con la salvedad de que la obsidiana es menos dura , pero sin embargo las lascas que se producen en la fractura presentan filos más aguzados, y por lo tanto, gozan de una mayor utilidad en combate.
Sólo con contemplar el maquahuiltl se puede apreciar el derroche de ingenio que representa, y todo para averiar al prójimo todo lo que se pueda y más. Más de uno habrá leído que las armas aztecas, toltecas, etc estaban destinadas a herir antes que a matar, pero no comparto esa opinión. El simple peso del arma es capaz de destrozar los huesos y producir derrames internos que acaban con la vida del desdichado en unos pocos minutos, mientras que las cuchillas presentan un filo capaz de cercenar una extremidad de un solo golpe. Un arma así en manos de un guerrero entrenado puede perforar las corazas de algodón al uso en aquellas poblaciones, causando una muerte segura y no las heridas que muchos pretenden, alegando que los cautivos eran preferibles para poder ser sacrificados durante los sangrientos cultos autóctonos. Póngase si no se lo cree en la piel de un mexica fanático y adiestrado durante toda su vida en el manejo del maquahuitl que descarga su arma contra una pierna, el torso, brazos o cabeza del enemigo con toda la potencia que son capaces de desarrollar sus músculos. Espero que ante esta imagen, recapacite, aunque si sigue pensando que el desgraciado solo está herido, que le pase la ITV a su sentido común.

Algunos se habrán fijado en que en todas las ilustraciones el arma se ensancha según se aleja del mango. Esto añade momento de inercia a la rotación del arma, aumentando el poder del impacto, por lo que este arma podría ser descrito, salvando las distancias, como el bracamarte neolítico, aunque la mayoría lo considera un tipo de espada. En mi humilde opinión, es un error llamar al maquahuitl espada, dado que ninguna de sus variantes presenta punta. Simplemente, sería inútil intentar punzar con un arma tan ancha: no alcanzaría ninguna zona vital de importancia y el movimiento de punzada es más difícil de ejecutar eficazmente que el de tajo con un arma tan ancha y poco equilibrada. El corte (descrito en entradas anteriores) de esta peculiar arma es igual de sorprendente: el habitual deslizamiento se transforma en un movimiento de sierra mucho más poderoso que el corte estándar, aunque conlleva un gasto superior de energía y la posibilidad de que el arma quede trabada con algún hueso o tejido, perdiendo o fracturando el arma, algo fatal en combate.
Los movimientos que se asocian a este tipo de armas varía considerablemente con la morfología. Por ejemplo, un maquahuitl de una sola mano será de mayor utilidad portando un escudo mientras que el cuauhololli buscará movimientos más encadenados con fintas, avances y retrocesos, manteniendo posturas más abiertas y ofensivas. Jamás se buscaría un movimiento de parada con este arma, ya que la gran inercia que posee la hace ineficaz para esta tarea, además de ser lo suficientemente frágil como para no sobrevivir al encontronazo. No era un arma para esgrima ni florituras, aunque no quiere decir que no contase con una técnica y un "manual" asociados a su manejo.
Los habría muy cortos, de unos 30 cm de largo que serían usados como arma auxiliar; unos serían más estrechos y largos, de 60 ó 70 cm de largo por 8 de ancho; otros más anchos y cortos,buscando la contundencia del golpe, y así un largo etcétera de posibilidades, ya que probablemente el armero sería el mismo que luego habría de usarla en combate, y amoldaría su creación a sus gustos y preferencias. Las más grandes descritas, reservadas para el uso a dos manos dicen haber sido "tan altas como un hombre", pero dudo de que fuera cierto, ya que sería un arma relativamente frágil, pero sobre todo, difícil de manejar con efectividad en combate.
Aquí expongo una imagen de un códice del siglo XVI donde se muestra a
guerreros mexicas con sus respectivos maquahuitls.

Sin duda se trata de un arma con un inmenso potencial en las manos adecuadas, ya que solemos verla en las manos de guerreros pertenecientes a órdenes religiosas, cuyos integrantes formaban parte de la élite militar en mesoamérica. En la imagen de arriba se puede apreciar que el primer guerrero por la izquierda pertenece a la temida orden del águila que honra al dios Huitzilopochtli, por lo que podemos corroborar que las mejores máquinas de matar preferían la maquahuitl antes que otras armas igualmente efectivas pero de manejo más sencillo. Y esto se debe a que muchas veces, el daño que produce un arma en la moral enemiga es muy superior al efectivo, aunque en este caso solo sea cierto al cincuenta por ciento, convirtiendo el arma en un icono que induce miedo en las tropas enemigas a la par que es capaz de reducirlas a confeti.

Como despedida me gustaría añadir que aunque en su mundo neolítico fuera el rey, este arma cayó rápidamente en decadencia al ser prácticamente inútil contra los sistemas defensivos que los europeos trajeron consigo, pudiendo solo herir en las zonas que no cubría la armadura, ya que en un encontronazo frontal con éstas, resbalaría o, en el peor de los casos, el magnífico arma quedaría hecha astillas.


El Marqués de las Doce y Media ofrece un adiós, si les place; y si no, también.



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