miércoles, 30 de enero de 2013

Las matemáticas del combate. Parte 1

Hoy me dirijo a mi exiguo público para hablar brevemente de un tema que no está tan presente como debería cuando se tienen conversaciones bélicas: los números.
Aquí tenemos una supuesta  imagen
de Sun Tzu, estratega chino que dedicó
varios capítulos de su libro a los números.
Aunque pudiera parecer lo contrario, el combate se reduce a una serie de conceptos matemáticos, de mayor o menor complejidad según la profundidad con que quiera estudiarse el tema. No me refiero únicamente a la estrategia o logística, ni al estudio de las armas modernas, las cuáles han sido diseñadas con estos métodos, sino al combate en sí.
Toda disciplina marcial sigue una serie de protocolos que han de regirla: máxima eficiencia y mínimo esfuerzo, que a su vez se pueden desglosar en velocidad, precisión, potencia y un largo etcétera. Si alguno de los lectores ha practicado un arte marcial o conoce los rudimentos del combate (ya sea armado o no) sabe que las posiciones y en general, la técnica, son de suma importancia. La depuración de la técnica no es un hecho gratuito, que se consiga de forma natural después de muchas horas de entrenamiento, sino que procede de poner a las matemáticas de parte del combatiente.
Expondré un ejemplo para ilustrar la idea: no ha mucho, en un seminario sobre el trabajo en el laboratorio, el profesor dijo, y cito textualmente : "Ahora que vais a estar solos en el laboratorio, deberíais saber cuáles de estos aparatos matan". Obviamente hubo una carcajada general, pero nos lleva a la siguiente pregunta ¿qué es lo que mata? Muchos piensan que, en el contexto de las armas mecánicas (quiero decir, nada de venenos o similares), lo que mata o hiere es la fuerza, otros que la velocidad, otros que la presión, pero lo que de verdad ofende es la potencia. No el concepto vulgar que se tiene de potencia, sino el concepto físico: la rapidez con que se transmite la energía que se aplica. Esto quiere decir que un camión muy pesado (con muchísima energía) nos atropella a 0.5 Km/h, la potencia es lo suficientemente pequeña para no hacernos ni un rasguño, sin embargo una pequeña bala de unos pocos gramos con una energía minúscula comparada con la del camión te lleva al otro barrio de un plumazo. 
En esta imagen se puede apreciar el giro del directo, así como el
brazo extendido, algo que no parece agradar al contrincante.
Con este concepto los armeros y combatientes han jugado a lo largo de los siglos aún sin saberlo: si roto el cuerpo acompañando un puñetazo, aumento el momento lineal del golpe (que es masa por velocidad), recorro más espacio (permitiendo que la aceleración del brazo genere una mayor velocidad), y añado más energía al impacto (derivada del momento de inercia del cuerpo al rotar), lo que aumenta considerablemente el poder del golpe. Muchos más factores pueden contribuir a un puñetazo más poderoso, pero eso se puede descubrir fácilmente en cualquier guía de artes marciales.
También se pueden aplicar estos "trucos" al diseño de armas, incluso las más antiguas, que fueron sobreviviendo porque tenían los números a su favor, cosa que tanto armeros como guerreros comprendían de un modo intuitivo. Una hoja curva y larga como la katana está estudiada casi a la perfección para permitir un corte magnífico, haciendo uso del principio de la palanca, estudiando el punto de máxima presión de la hoja y muchos más detalles que permiten, en definitiva, una mayor potencia. Incluso si alguien entendido de matemáticas se propusiera mejorar los diseños de armas "antiguas", se encontraría con que hay pocos puntos que necesiten una optimización. Con esto quiero decir que aquéllas gentes eran maestros en matemática intuitiva, y sabían como maximizar el daño para hacerle la vida imposible a sus congéneres. Aunque bien es verdad que los diseños de armas son como los seres vivos: sólo sobreviven los que funcionan.
Si bien es verdad que no sólo influye la potencia en el poder de un ataque, factores como la tenacidad, dureza y materiales que pretenden romper o ser superados influyen en el resultado. Si aprieto un cuchillo muy lentamente sobre la carne, al final sangrará, esto sucede porque al presionar con una superficie tan pequeña, dura y tenaz contra un tejido tan blando (en términos relativos), se genera una transmisión de energía de la hoja a la carne que esta no puede devolver, por lo que cede. Pero para no aburrir al lector con detalles ingenieriles, no entraremos en esos temas en esta entrada de carácter general, sin embargo, cuando estudiemos armas o técnicas concretas profundizaremos más en la física que hay detrás.

El Marqués de las Doce y Media ofrece un adiós, si les place; y si no, también.

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