Todos estamos familiarizados con las estrangulaciones, ya sea de forma natural peleando de broma con amigos o esos primos tan pesados, o porque hemos entrenado con distintas técnicas que implican estrangulación en un sistema de combate más completo.
Todas las artes marciales que se precien han de incluir las estrangulaciones en su repertorio, ya que se trata de una defensa muy socorrida en el cuerpo a cuerpo, así como para disuadir al oponente de intentar continuar con la lucha. Pero la mayoría de practicantes de artes marciales desconocen el verdadero potencial de una estrangulación, y muchas veces la aplican incorrectamente, pudiendo variar significativamente el resultado esperado al aplicarla. Un compañero de clase que se desmaya por una estrangulación nuestra no es deseable, sin embargo, en una pelea callejera una estrangulación que pretendía dejar fuera de combate rápidamente al contrario sólo le hace enfurecerse porque tiene un cuello de toro y mucha mala leche.
Existen dos tipos principales de estrangulaciones: la respiratoria y la sanguínea. La sanguínea es la menos peligrosa de aplicar, puesto que la pérdida de consciencia se produce por el corte de suministro de oxígeno al cerebro, que surge de presionar sobre el triangulo carotídeo, un punto situado entre el nervio vago, la arteria carótida y la yugular interna. Esto es un centro vasomotor, lo que implica que la presión aplicada sobre el puno hará disminuir drásticamente la tensión arterial, con la consiguiente lipotimia y desmayo. Si la estrangulación continúa, podemos provocar una parada cardiorespiratoria, con posibles lesiones cerebrales e incluso la muerte. Si sólo provocamos el desmayo, la recuperación puede durar entre 10 y 15 segundos y no tiene secuelas, aunque si se reanima al sujeto (con unos cachetes en la cara basta), la consciencia se recupera en 5 segundos a mucho tardar. El tiempo que transcurre desde la aplicación de la llave hasta el desmayo puede llegar a durar hasta los 10-12 segundos si la presión es suficiente para cortar el riego sanguíneo, de lo contrario, sólo se cansará paulatinamente, pudiendo sufrir mareos y finalmente la pérdida del conocimiento. El mataleón y la guillotina son ejemplos de técnicas que implican una estrangulación sanguínea. Aunque las variantes son múltiples y la presión se efectúa con diversas partes del cuerpo y desde diversas posturas conforme lo exija la situación, se prefiere que el enemigo se encuentre posicionado de modo que no pueda acceder a un arma oculta y que no alcance el rostro con las manos. Las zonas del cuerpo más eficaces en la estrangulación sanguínea son los antebrazos, brazos, gemelos y tibias, ya que implican un control real sobre el enemigo, y no una estrangulación ficticia de la cuál puede liberarse.
Posición de "montada" |
El segundo tipo de estrangulación y la más peligrosa de todas es la respiratoria. Existen varias variantes, pero las principales son la torácica y la laringotraqueal. La torácica se efectúa apoyando el peso del cuerpo o ejerciendo una gran presión sobre la caja torácica, impidiendo que los pulmones se llenen de aire, pudiendo además provocar la rotura de vasos sanguíneos pulmonares o la fisura de alguna costilla, produciendo graves hemorragias internas de difícil solución y altamente dolorosas. Es poco aconsejable durante un combate, ya que de pie es muy poco efectiva, y en combate de suelo deja gran libertad de actuación al adversario antes de que comience a notar la fatiga, aparte de que existen muchas contratécnicas sencillas para zafarse de la estrangulación torácica.
La estrangulación laringotraqueal puede hacerse golpeando la tráquea justo en el hueco de unión entre las clavículas con la punta de los dedos, provocando una sensación de ahogo que puede resultar de gran utilidad si se busca ganar tiempo para huir o contraatacar. Dicha sensación es altamente fugaz, por lo que a no ser que sea de gran potencia, no causará daños a medio ni largo plazo, aunque no deja de ser un golpe sorpresivo, rápido y muy útil en situaciones reales, y he de decir muy a mi pesar que también es doloroso. Si recibes un golpe así, surgirá una tos seca incontrolable que se prolongará entre 5 segundos y varios minutos, además de posibles mareos y pérdida del equilibrio. Se puede proteger fácilmente bajando el mentón o tensando los músculos del cuello, siendo ambas defensas muy efectivas. La estrangulación respiratoria también se puede efectuar con una presión continua de forma similar a una estrangulación sanguínea, pero esta vez se efectúa presión sobre la laringe y la tráquea, con consecuencias dolorosas. Al cortar el riego de oxígeno, la circulación de sangre al cerebro aumenta y disminuye el oxígeno en los pulmones. Conlleva alteraciones del sistema motor y serios trastornos cardíacos que pueden ser irreversibles. Es por ello, más seguro dentro de lo que cabe, utilizar en combate las estrangulaciones sanguíneas. Por un lado, la pérdida de consciencia se efectúa 6 veces más rápido que en la respiratoria, segundo porque implica menos riesgo cara a que el adversario tenga serios problemas fisiológicos.
No existe una estrangulación mejor que otra, sino que cada una es la respuesta idónea a una situación determinada, y la búsqueda de absolutos en combate es pueril a la par que peligrosa, tanto para las víctimas como para los que las practican. Como todo, requieren dedicarles un tiempo a las estrangulaciones si se practica un deporte de contacto o simplemente para defensa personal: una buena estrangulación a tiempo quita mucho hierro a un enfrentamiento.Por último, no me hago responsable del uso que se haga con esta información, ya que hay mucho imbécil sin correa por estos lares que conforman internet.
El Marqués de las Doce y Media ofrece un adiós, si les place; y si no, también.
No hay comentarios:
Publicar un comentario